Cuatro décadas cuidando al San Juan de Dios
Durante más de 40 años el Complejo Hospitalario San Juan de Dios ha estado ligado a la vida María del Carmen Rodríguez de Vásquez. Ese vínculo comenzó cuando era una joven estudiante de fotografía en la Escuela Oliveros, uno de los reconocidos estudios de antaño en Bogotá que tenía entre sus credenciales retratar a las reinas de belleza de la época. Una imagen de un paciente, que había visto en un periódico, despertó su curiosidad al igual que la de una amiga con quien decidieron que debían ir a constatar cuál era la labor que se adelantaba en el centro asistencial.
Y fue allí cuando comenzó a fortalecerse una vocación, que aunque ya había desarrollado esporádicamente, sentía que debía adelantar para el resto de su vida. “Por ejemplo con el niño de la vecina que se había quebrado un bracito y la mamá y el papá no tenían plata para ir a ninguna clínica. Entonces íbamos al hospital, explicábamos el caso, nos escuchaban y el niño era atendido con todas las de la ley”, dice con entusiasmo. Al tiempo que visitaba con más frecuencia el lugar, crecía su fascinación al ver que personas de escasos recursos y con graves complicaciones de salud podían recuperarse y volver a su vida habitual.
“El hospital San Juan de Dios atendía los casos urgentes de toda Colombia como el de los indígenas que tenían una enfermedad grave. Nunca discriminaba a nadie por su clase social o por su religión. Por eso el San Juan de Dios se catalogó como el mejor hospital, prácticamente, de Colombia y también a nivel internacional obtuvo gran renombre porque venían personas de otros países del mundo para ser atendidas”, asegura María del Carmen.
Y esa para ella era quizá era la mayor fortaleza del hospital: la copiosa demanda del servicio de urgencias aunque en sus instalaciones se ofrecían diferentes especialidades. Aunque por aquellos años María del Carmen Rodríguez de Vásquez emprendió nuevos rumbos para su vida y se fue a vivir a Venezuela, desde ese país estaba pendiente de lo que ocurría con el Complejo Hospitalario. A su regreso definitivo a la ciudad de Bogotá se sumó a un comité de derechos humanos que propendía por la correcta prestación de los servicios médicos en la institución por lo que para ella el cierre del hospital en la última década del siglo XX fue un duro golpe para los menos favorecidos en la ciudad y para el espíritu de su vocación humanitaria.
Pero nuevamente encontró una manera de estar cerca del centro asistencial en el que por años sirvió sin mayor interés que el del bienestar de los pacientes que allí eran atendidos. Se formó en un curso de veeduría ciudadana promovido por la Secretaría Distrital de Salud y dictado por la Organización Mundial de la Salud hace aproximadamente seis años. Desde entonces está atenta a los avances en la recuperación del San Juan de Dios y se muestra optimista de que lo que será el renacer de esta institución médica.
“Mi deseo, en este momento, es que el hospital vuelva a abrir las aulas para la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional. Que vuelva a abrir las aulas para la Facultad de Enfermería. Creo que otras universidades también aspirarán a tener acceso y me parece muy bueno para la gente de escasos recursos. Muy buena la labor que está haciendo en este momento la (Empresa de Renovación y Desarrollo Urbano) ERU. Me parece que están haciendo un buen seguimiento”, sostiene María del Carmen.
Su labor de cuidado y amor por el San Juan de Dios es el legado que le dejará a sus tres hijos, un ingeniero químico, una diseñadora de modas y una ingeniera ambiental. Desde su casa en el municipio de Tena, Cundinamarca, donde se dedica al cultivo de sábila dice que hasta donde tenga vida estará pendiente de ese hospital al que un día llegó para resolver una curiosidad insaciable que hoy, 40 años después, aún se mantiene viva.